jueves, 14 de junio de 2012

Escrito



HUMANOS DESECHABLES

Aristóteles afirmo “La ciudad está compuesta y  formada por hombres diferentes” el espacio  que habitamos  colectivamente se transforma constantemente, muta según la ideología y las reglas que sus habitantes tengan en común, pero esto no implica que cada individuo sea único e irrepetible la diversidad es usual  en la naturaleza humana,  pero  en nuestros días las urbes, las calles y demás son cuadriculadas, creadas solo con el fin de transitar. Salir de nuestro espacio privado el único donde tal vez seamos nosotros mismos, hasta  un lugar predeterminado donde trabajamos, estudiamos o prestamos un servicio, somos “útiles”  para  el mundo, pero si tomamos otra perspectiva y nos observamos desde muy arriba como nosotros podemos mirar a una colonia de hormigas, podríamos decir que solo diferimos en que nuestras herramientas son mas tecnológicas que las de los insectos, pero que al fin y al cabo se utilizan por el bien de la colonia.
Nuestra naturaleza demanda que seamos como dice Andrei Leroi Gourham seres fileticos, étnicos, y estéticos un tema ya mencionado en el texto anterior;  las necesidades que como seres inteligentes tenemos. pero nuestra inteligencia colectiva se ha desarrollado de tal modo que nos impone nuestras necesidades para que las urdimbres del orden se mantengan, y que solo seamos uno más en el montón, se irrespeta la inteligencia individual (aunque debo decir que en algunos casos dudo de que los seres humanos seamos inteligentes) y lo peor es que lo permitimos sin chistar demasiado, así el consumismo, el marketing y la publicidad han sido herramientas para jugar con nuestras sensaciones, y hacernos desear lo que no necesitamos, a tal grado que lo ponemos primero que lo realmente esencial, como afirma Aristóteles en el segundo capítulo de la política de la adquisición de los bienes.
   “la cultura es aprendida” como nos lo señalo el maestro Jorge espinosa, en su lectura sobre el hipertexto de ciudad, entonces aprendemos a comprar y a consumir, a juzgar y a clasificar para definir nuestro estatus con respecto a los otros, algo obviamente natural como animales que somos pero maximizado por el consumismo que aprendemos día a día.
La competencia por ser mejores no tendría nada de malo si en este proceso las consecuencias y productos no fueran tan malos y devastadores para lo que consideramos una persona honorable  y distinguida, nos creemos más que otras personas, por el hecho de tener una mejor vestimenta que cubre nuestros  cuerpos   demasiado similares,  y que extrañamente parecieran mejores que otros por que adquirimos productos que nos hacen desear. El consumismo nos convierte en prejuiciosos de doble moral, pero no solo eso, también tiene sus implicaciones ecológicas, con su acelerado ritmo por gastar y cambiar a cosas nuevas, los productos desechables son comunes, la basura que producimos como especie es absurda, gastamos más de lo que tenemos.
Vivimos en la era del consumismo y de la homogenización, pero el consumo tiene su producto y consecuencia como se señalo anteriormente,  así podemos afirmar también, que vivimos en una era de basura y poca identidad, una época desechable, donde somos reflejo de cada cosa que hacemos y consumimos  tanto individual y colectivamente, entonces consumimos basura, ¿nos convertimos en basura?, ¿somos acaso humanos desechables?, si no es así ¿por qué  los habitantes de la calle son llamados despectivamente de este modo? Estas personas tan humanas como cualquiera dedicadas a recolectar los desechos que otros dejan como forma de adaptación,  son  un producto de la actual humanidad y su forma de actuar.
Estas personas podrían ser una versión adelantada de lo que seremos si seguimos con la forma de vida  desaforada y poco pensante que llevamos, acolitada por los sistemas que tienen el poder, por que esto solo les dará más poder.  Pero que al final llevara a un colapso. Un colapso del cual ya tenemos evidencias sociales y ecológicas,  y seguimos obstinados con los mismos sistemas de producción, no cambiamos, no pensamos distinto, seguimos los lineamientos  como caballos bien enjalmados y que no pueden ver lo que pasa en sus alrededores. Este texto finaliza de manera muy similar al anterior haciendo una propuesta de la importancia  de mostrar irónicamente pero también cruda, impactante y casi desagradable nuestros hechos mediante las herramientas que el lenguaje plástico nos ofrece para llegar a la conclusión de que la calle debe ser un espacio para la creación del ser, así una excelente opción para enriquecer esta expresión plástica seria el aprovechamiento de los recursos que la misma urbe nos ofrece.           

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